Una posibilidad entre dos mundos, por Manuel A. Fernández
Martes a viernes 15 a 20 hs.
Fecha: | Del 10/05/2018 al 14/06/2018 |
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Lugar: | Quimera Galería |
Dirección: | Güemes 4474, Buenos Aires, Argentina |
Género: | Museos y Galerías |
INFO
Una posibilidad entre dos mundos
Manuel A. Fernández
Los paisajes de Manuel A. Fernández: una posibilidad entre dos mundos. Por Valeria González
Hay un goce específico (y exquisito) que el género del paisaje ha grabado en nuestra memoria estética y que no radica en el reconocimiento de los lugares retratados.
Se produce allí donde constatamos esa suerte de milagro por el cual una elemental geometría metafísica (tres tercios de un rectángulo, línea de horizonte) resulta inagotable en su encuentro con la materia y la luz, capaz de prodigar matices infinitos.
Manuel Fernández vuelve sobre esta larga tradición que la fotografía heredó de la pintura, exponiendo sus variables en un presente sincrónico: del claroscuro barroco –puntos de luz delatan el espesor de la sombra- y la desmesura romántica –la bruma de un mar ignoto, la soledad glacial- hasta la complacencia moderna en evidenciar la superficie del cuadro – la atmosfera pareja de un monocromo, el horizonte puro que reduce el paisaje a su ideograma esencial.
Estos paisajes de belleza calma no se parecen en nada a los escenarios distintivos de las películas de donde el artista los extrajo. Eligió tres piezas de cine argentino que proyectaron diferentes imaginarios distópicos: Invasión (1969), Lo que vendrá (1988) y La sonámbula (1998). Todas ellas transcurren en una Buenos Aires surreal-futurista, acorde a los guiones en los que se prefigura, de diferentes maneras, un porvenir dominado por las fuerzas del mal. Las imágenes de Manuel no son fotogramas. Es decir, sí lo son fácticamente, pero no en términos de su identidad pragmática: cualquiera que googleara alguna de las tres películas, o que evocara en su memoria alguna foto fija de estos films, jamás desembocaría en algo parecido a la obra del artista. Si toda distopía posmoderna responde, de un modo perverso o vengativo, a las utopías de progreso lanzadas por el siglo que creyó en el futuro, Manuel Fernández propone otra posibilidad entre esos dos mundos antagónicos (y especulares). Ya no un contra-discurso a la crueldad de la utopía, sino más bien la posibilidad de un retiro, de una deserción. En mi opinión, aquí radica el significado estético, ético y político que subyace a la tersura silenciosa de estos paisajes. La deserción como acto estético y político no implica una huida de la historia sino de sus coartadas imaginarias. Como en el psicoanálisis, debemos desoír el relato para interpretar el significado de las huellas en un cuerpo. Manuel no solo captura un fragmento marginal o a-significante de la película: deja que en su superficie se acumulen las improntas texturales de las sucesivas traducciones técnicas: el grano del film original, la cinta magnética del video, los píxeles de youtube, la trama de la TV y los pixeles de la cámara. Un laboratorio que es el reverso exacto de la alquimia pictorialista con sales y bromuros. No son paisajes atemporales, pero en ellos el peso de la historia no nos interpela desde una narrativa, sino desde las reverberaciones de su espesor material.