Un acróstico es un artificio literario, una forma de jugar con las palabras para hacer que el tiempo pase como si pesara menos. «Acróstico» es la obra que Diego Rosental se inventa cuando despliega el papel con las letras de su nombre que, desde 1984, guarda en el cajón de su mesa de luz. El manuscrito de aquella composición poética es el aliento que lo anima a crear un nuevo artificio, capaz de recortar el tiempo y componer con sus restos una figura que desteje los hilos del recuerdo.

Sobre la obra:
El acróstico lleva la firma de la abuela Clarita y retrata cómo era, a muy temprana edad, el hombre que vemos en el escenario. Sus oraciones en letra cursiva son un gesto de amor. Una marca de identidad. La muerte de esa abuela es lo que signa la peripecia. El amor se transforma en desamor. La madre amorosa parece convertirse de a poco en un ser frío, lejano, incomprensible.

En «Acróstico», Diego narra una serie de anécdotas del pasado, donde su mamá va atentando fuertemente contra sus afectos para replegarse en un mundo oscuro e inaccesible, y también baila. La danza parece emanciparlo. En el tránsito sentimental del niño, abrumado por la culpa y la vergüenza, al hombre que vemos bailar, (re)moviendo los recuerdos para desplazarlos en el tiempo y el espacio, se construye la obra como un acontecimiento que se sabe abierto, inconcluso e inexplicable como la propia vida.

Ficha técnica
Intérpretes: María Kuhmichel, Diego Rosental, Jimena Pérez Salerno.
Música original: Daniel Bugallo.
Dramaturgista: Aldana Cal.
Idea y Dirección general: Diego Rosental