Filosofía Física Sergio Bazán
Lunes a Viernes
Fecha: | Del 15/05/2018 al 28/06/2018 |
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Lugar: | Miranda Bosch |
Dirección: | Montevideo 1723, C1021AAC CABA, Argentina |
Género: | Muestra |
INFO
Imaginemos que estos cuadros fueron pintados por una langosta que habita el fondo del mar. (Día a día las algas danzan un ritual acrobático. Las almejas, con sus lenguas ásperas, la ayudan a preparar la tela). Sus tenazas sostienen un pincelito no más grande que un pelo. Con muchísimo cuidado vamos a retirar los pinceles de sus tenazas. Para poder hacer esto, acariciaremos su cola durante un momento corto, creando una distracción no invasiva. PUM!
Suelta los pinceles. Sin perder tiempo, ponemos una bandita elástica en cada una de sus tenazas. La tomamos por su lomo, extrayendo al crustáceo de su hábitat natural.
1. Metemos a la langosta en un balde con agua salada, así esta no pierde su frescura.
2. Manteca, cual óleo amarillo, dorada como el sol en invierno, tierna como una bebé recién nacida que aún no abrió sus ojos, cubre nuestro sartén. Agregamos una pizca de sal. Esperamos a que la manteca se tueste, cuidando de no quemarla.
3. Encenderemos un fuego. Vamos a llenar una cacerola con aproximadamente 20 litros de agua. Agregamos su tapa. Esperamos que rompa el hervor.
4. Vamos a nombrar a la langosta. La llamaremos Reflejo.
5. Volvemos a nuestro sartén. Agregamos: una cebolla en cubos, pimientos rojos y verdes, comino y doramos todo con medio vaso de caldo de verduras durante 10 a 15 minutos a fuego fuerte. El crispeo del sartén suma a la experiencia una textura sonora. Nos concentramos en el sonido que emite nuestro cocinar.
6. Acercamos el balde a la cocina. La langosta nos observa en El cielo de las langostas que pintan Esta receta es para alimentar de 30 a 50 personas silencio. Tomamos a Reflejo por su exoesqueleto con nuestro índice y pulgar. Con la mano libre retiramos las banditas elásticas de sus tenazas. Acercamos la langosta a la olla y en voz alta decimos: “¿Quién soy? Sí, soy una langosta y voy a ir al cielo de las langostas que pintan”.
7. Reflejo se termina de cocinar cuando la caparazón se ha vuelto roja brillante. La retiramos de la olla y colocamos en un plato para que se seque y enfríe. Decoramos el plato con cebolla y pimientos dorados a la manteca.
8. La langosta aún nos mira, muda y cocida como un cuadro que reposa en el plato de una pared blanca. Nos perdemos en el laberinto visual de su aroma. Tomamos el rompenueces y partimos su bastidor, CLACK, CRACK, PRAK, llegando así, a saborear el centro de su naturaleza tierna y deshabitada.
Texto e ilustración de Eduardo Navarro