Hallar descanso en lo inseguro / estar en el mismo ser de la alegría dicen que escribió Emily Dickinson en uno de los tantos papelitos que guardaba celosamente, como esos amables tesoros que ayudan a vivir. A su modo, Ariela también abre sus papelitos, sus mapas, su cuarto o casa, y nos invita a desplazarnos sosegadamente sobre esas inseguridades -¿las suyas? ¿las nuestras? quizás no importe- que habitan y recorren sus trabajos. Al deslizarnos como mamíferos un poco errantes en busca de calor, encontramos pequeñas madrigueras con profundas galerías donde poder entrar, salir, sobre todo quedarnos. Caminos que circulan, se abren, caen, de los cuales nos quedan la finura de los bordes, la rugosidad de los frentes, la porosidad de los pasados perdidos y vueltos a encontrar. El brillo incandescente de la ficción, que nunca hace mal. El punto sutil donde aparecen las preguntas, donde de pronto emergen todas las fallas. Ahí donde todavía habita la alegría o lo que algunos llaman felicidad.