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Reposeras para repensar, de Edgardo Giménez

Miércoles a domingos y feriados, de 13 a 20h - Terraza de la Sala Sinfónica

Fecha:Del 02/10/2018 al 31/10/2018
Lugar:Centro Cultural Kirchner
Dirección: Sarmiento 151, C1041AAE CABA, Argentina
Género:Muestra

INFO

Sobre la imponente Sala Sinfónica del CCK, uno se pregunta cómo capturar la mirada del visitante con otra imagen. Cómo lograr que la retina se aparte de esa arquitectura que desde las alturas deviene hipnótica. A Edgardo Giménez, la gran bestia pop de nuestras pampas, no le resulta difícil.

Las cien reposeras incluyen trabajos de momentos clave de su producción, desde los años sesenta hasta hoy. Uno queda deslumbrado ante esa paleta fulgurante o en otros casos despojada y calma. El conjunto de diseños es un caleidoscopio psicodélico pop que deja sin aliento. Cuesta elegir en qué reposera repensar –y redescubrir– las obras de Giménez.

Algunas composiciones abstractas dan la sensación de movimiento. Está la litografía que el artista hizo para promocionar un espectáculo de danza en 1964 y que hoy integra la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA); hay también un autorretrato de la serie de 38 posters que realizó para promocionar su retrospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), en 1997. En el diseño para el objeto La hora de tomar el té, inspirado en Alicia en el país de las maravillas, habita un adorable conejo pompón blanco que esconde un as en la taza: es un enigma. Y hay más: mamushkas operadas y una extraña dama chimpancé que monta un esbelto caballo de crines azules. “Creo que el arte tiene que llegar rápidamente a destino: no se trata de entender, sino de lograr una adhesión rápida, sin elucubraciones conceptuales”, dice el artista. 

Autodidacta como muchos artistas pop, Giménez viene del mundo del diseño y de la publicidad, y además compartió agencia con el escritor Pedro Orgambide. El paso por el Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella le dejó huella imborrable. Si bien le fascinó la gráfica de Carlos Distéfano y Rómulo Macció, quiso ir por su propio camino y crear algo radicalmente diferente: logró un lugar destacado con sus diseños de afiches y objetos para uso cotidiano. “¿Por qué son tan geniales?” decía el famoso cartel en Florida y Viamonte donde se veía a Giménez junto a Dalila Puzzovio y Carlos Squirru. Contra el elitismo, buscaban sumar a las muestras a quienes jamás habían pisado una galería. Y lo consiguieron. “En aquella época conocí seres luminosos, entrañables artistas sin obra: una conversación con ellos tenía el mismo efecto que ver una gran obra de arte”, recuerda el artista de esas charlas pantagruélicas. 

Artífice de obras inolvidables, festivas, híper lúdicas, Giménez fue director de arte del Teatro Municipal General San Martín y del Teatro Colón. Diseñó desde su propia ropa, afiches, muebles (como los Gatos secrétaires con cajoneras), peinados cuasi escultóricos, portadas de libros, objetos de uso cotidiano, tapices, serigrafías, pinturas, hasta instalaciones, esculturas–laberinto y escenografías para cine. Hizo casas minimalistas y al tiempo coloridas que parecen salidas de un cuento fantástico. Se destaca la de Romero Brest, cuyos planos integraron la muestra Transformaciones en la arquitectura moderna, en el MoMA.

Giménez se nutrió de la estética de Disney y de las superproducciones cinematográficas de Hollywood. De ahí surge su universo selvático de monos, leones, cebras y panteras. “Siento que la alegría es una manera de estar premiado por el destino y una distinción a la que pocos pueden acceder”, comenta el artista de espíritu irreverente. Jura que su lápida dirá: “Aquí yace Edgardo Giménez, el artista que no aburrió a nadie”.

 

“Sigo creyendo en el amor a primera vista”, dice el enfant terrible del pop. Está convencido: “El verdadero arte es una constante provocación para modificarte: te toma por entero y no te deja ileso”.

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